La economía española encara el último mes del que con total seguridad va a ser el año con la mayor caída del PIB desde el periodo de Guerra Civil 1936-1939. Las previsiones apuntan a un descenso en el entorno del 11-12%. Nunca antes en tiempos de paz habían visto desplomarse tanto la actividad económica del país como en este 2020 asolado por la pandemia. Por ponerlo en contexto, en la anterior crisis financiera de 2008-2012 el PIB nunca llegó a caer por debajo del 3,5% anual.
Esta situación excepcional hace a muchos reclamar medidas igualmente extraordinarias para hacer frente a la situación. Si en la anterior crisis de hace una década el Gobierno se vio obligado a recortar los sueldos de los funcionarios un 5%, y congeló las pensiones, entre otras medidas de ajuste, ¿cómo es posible, por ejemplo, que el Ejecutivo actual, ante la mayor caída de la economía en casi un siglo, haya decidido actualizar con el IPC el sueldo de los empleados públicos y de los pensionistas?
Dejando aparte valoraciones políticas sobre estas decisiones, en las que elijo no entrar, lo cierto es que en esta entrada me gustaría desarrollar un poco la idea de cómo es un poco engañoso contraponer las decisiones de política económica que se están tomando ahora con las elegidas hace 10 años.
El hecho de haber sido testigos en el plazo de unos pocos años de dos crisis "sistémicas" puede quizá llevarnos a pensar que las medidas para hacerla frente puedan ser similares. Pero esto nos hace perder de vista el contexto económico, institucional, en el que se producen ambas. Y el contexto en este caso es un elemento diferencial.
La destrucción de tejido económico que estamos viendo este 2020 es espantosa. Muchas personas se han quedado sin trabajo de la noche a la mañana, y lo peor, sin perspectivas de volver a recuperarlo a corto plazo. Infinidad de empresas y negocios han tenido que echar el cierre, sepultando los sueños de sus dueños y empleados. Miles y miles de personas han engrosado de golpe las listas del paro. Las entidades humanitarias que asisten y reparten alimentos a los más desfavorecidos han visto cómo se forman colas cada vez más numerosas ante sus instalaciones.
Y sin embargo, podría haber sido mucho peor.
En concreto, identifico cinco grandes factores que pesaron de manera clave en el agravamiento de la anterior crisis y que nos han dado un respiro, al menos hasta ahora, en la crisis actual.
1) En primer lugar, los mercados. En primavera de 2012, la prima de riesgo de la deuda pública española frente al bono alemán llegó a superar los 600 puntos. Los telediarios abrían los informativos con el dato y era un tema de conversación en los bares. Cada subasta del Tesoro era como una final de la Champions, con un desenlace incierto y nervios a flor de piel.
Ahora mismo, la prima de riesgo está en 64 puntos. El coste medio de la deuda ha pasado del 4,07% en 2011 al 1,86% hoy día, y el coste de emisión del 3,90% al 0,21%. El pago de intereses representaba el 8,9% del PIB en 2011, y el 5,6% hoy, y eso que la deuda ha pasado de equivaler un 70% del PIB en 2011 a un 119% previsto a final de 2020.
Esto significa que a pesar de la gravedad de la crisis, el Estado está pudiendo acudir a los mercados para financiarse y obtener recursos con los que sufragar todo el gasto necesario para sostener la economía durante el confinamiento.
2) En segundo lugar, el BCE. En 2011, en plena crisis soberana europea, el BCE bajo Jean Claude Trichet subió los tipos de interés, agravando aún más la recesión y endureciendo aún más las condiciones de financiación y liquidez en países como España. En 2012, vino Mario Draghi, protagonizó su momento whatever it takes y desde entonces la institución monetaria europea se ha convertido en un baluarte en defensa de la economía europea.
El BCE durante esta crisis ha regado de liquidez el mercado comprando 1,35 Billones de euros en todo tipo de activos de empresas e instituciones del continente, y ha prestado ingentes cantidades en condiciones muy ventajosas a los bancos de la zona euro con el fin de mantener a flote el crédito bancario.
3) En tercer lugar, los bancos. Fueron los principales responsables de la crisis anterior, con sus carteras de créditos fallidos vinculados al ladrillo y sus problemas de gobernanza y acceso al mercado (en el cajo de las cajas de ahorros) que provocaron que España tuviera que aceptar un rescate de su sistema financiero, dinero que utilizamos para nacionalizar Bankia o Caixa Catalunya, entre otras.
En esta ocasión, los bancos no solo no han tenido nada que ver con la crisis sino que están arrimando el hombro para superarla, colaborando con el Estado en la concesión de más de 100.000 millones de euros en créditos del ICO a empresas afectadas por la crisis.
4) En cuarto lugar, la Unión Europea. Si en 2011 Angela Merkel se dedicaba a torturar a los ciudadanos griegos con una serie de rescates que impusieron condiciones draconianas al país, que resultaron en un empobrecimiento de sus ciudadanos, y desde Bruselas se acusaba a los PIGS del sur de Europa de despilfarrar los años de bonanzas, ahora una Unión Europea liderada por la misma Angela Merkel ha aprobado un histórico programa de eurobonos y ayuda para la reconstrucción de los países más castigados por el Covid de 750.000 millones de euros, de los cuales España recibirá 140.000 millones, es decir, el equivalente a casi tres veces el rescate financiero de 2012.
5) En quinto lugar, los ERTEs. Fue un gran acierto que se aprendiera de la experiencia de 2008-2012, cuando en Alemania muchas empresas regularon de forma temporal el empleo de sus trabajadores, que volvieron a sus puestos cuando las condiciones mejoraron, y en cambio en España el desempleo escalara hasta el 26% por la incapacidad de las compañías para acudir a este tipo de flexibilidad.
Gracias a la introducción de los ERTEs en el Estatuto de los Trabajadores en esos años, durante la crisis actual millones de personas han evitado ingresar las listas del paro. Casi 3,5 millones de personas llegaron a estar en ERTEs en abril, frente a los 600.000 actuales, lo que ha permitido que el desempleo no haya llegado a los niveles que se vieron hace una década.
Obviamente, no todo ha mejorado. Seguimos teniendo una clase política disfuncional y más pendiente de las batallas partidistas que de atender los problemas de los españoles. Si en 2010 el Gobierno aprobó el plan de ajuste que evitó el rescate de la economía española únicamente gracias al voto de la CiU que entonces encabezaba Duran Lleida en Madrid (what an unfortunate turn of events...), en esta ocasión, los partidos centrales del sistema político han sido incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera ante la mayor crisis económica de la historia reciente.
Pero al menos, alivia pensar que algunos elementos del contexto económico y de la arquitectura institucional que nos hemos dotado entre todos, en esta ocasión han evolucionado a mejor, y han contribuido a atenuar el impacto de la crisis sobre los españoles, que hubieran sufrido aún más si hubiéramos tenido que encararla en las mismas condiciones que lo hicimos hace 10 años.